Descripción
Los comentarios de Martín Lutero constituyen un material de referencia obligatorio, no sólo para comprender su actividad reformadora, sino también para entender el cambio operado en el método de exégesis y exposición bíblica a partir de la Reforma.
Hasta entonces, el método empleado por la Iglesia Romana era el de la interpretación alegórica, que supeditaba el texto bíblico al sistema eclesiástico o doctrinal establecido por el magisterio de la Iglesia. El principio hermenéutico de Lutero invierte esta relación y parte del presupuesto de que Dios se revela en la Escritura y no en la estructura eclesial, confiriendo a la Escritura una autoridad incontestable. De mero objeto; el texto bíblico se transforma en sujeto; y la Biblia, que antes estaba sometida al sistema doctrinal, pasa ahora a socavar sus fundamentos.
Conocidas como «epístolas católicas», es decir, universales, por su peculiar característica común de ir dirigidas a la Iglesia en general en lugar de a un grupo de creyentes en particular, las cartas de Santiago, 1ª y 2ª Pedro, la epístola de Judas y las tres de Juan constituyen, dentro del conjunto de escritos del N.T., un bloque de intenso contenido didáctico y doctrinal.
Los criterios y opiniones del reformador con respecto a la epístola de Santiago son ampliamente conocidos. No debe extrañarnos, por tanto, que concentrara su esfuerzo expositor a las de Pedro, Judas y, esencialmente, a las cartas de Juan, por quien Lutero sentía una predilección extraordinaria. Aquí pone en evidencia, una vez más, tanto su talla de interprete de la Palabra como su valentía al denunciar implacable los errores de sus oponentes. Tanta vehemencia emplea Lutero al identificar con ironía y dureza a los clérigos de su época con los falsos maestros descritos por Judas, como pasión de pastor al describir la intensidad del amor de Dios expuesto por Juan, resaltando, en ambos casos, con claridad diáfana, su concepto de la salvación por fe al margen de las obras de la ley